Muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido sin rumbo. Tal vez por algún evento extraordinario como la pérdida de un ser querido, la pérdida de un empleo o medio de sustento, o por el impacto físico y emocional de una enfermedad. Estas situaciones nos pueden hacer perder de vista nuestro propósito. 

Por ejemplo, tal vez tu propósito es tener una carrera profesional exitosa. Tal vez deseas ser el mejor vendedor en tu compañía y usar la bonificación de ese triunfo para comprar una casa vacacional. En este caso, perder el trabajo no solo afecta tu seguridad económica sino que te puede hacer sentir incapaz de lograr tu meta. O también puedes estar muy unido a tu pareja, y sentir que tu propósito depende de estar con esa persona. En este caso, la pérdida de esa pareja puede ser devastadora.